32 Pero de aquel día y de la hora, nadie sabe; ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el mismo Hijo, sino sólo el Padre. 33 Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo. 34 Como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio a sus siervos su hacienda, y a cada uno su cargo, y al portero mandó que velase. 35 Velad pues, porque no sabéis cuándo el Señor de la casa vendrá; si a la tarde, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; 36 para que cuando viniere de repente, no os halle durmiendo. 37 Y las cosas que a vosotros digo, a todos las digo: Velad.