8 Oye, hijo mío, el castigo de tu padre, y no deseches la ley de tu madre; 9 porque aumento de gracia serán a tu cabeza, y protección a tu cuello. 10 ¶ Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas. 11 Si dijeren: Ven con nosotros, espiemos a alguno para matarle, acechemos al inocente sin razón; 12 los tragaremos vivos como el sepulcro, y enteros, como los que caen en un abismo; 13 hallaremos riquezas de toda clase, llenaremos nuestras casas de despojos; 14 echa tu suerte entre nosotros; tengamos todos una bolsa, 15 hijo mío, no andes en camino con ellos; aparta tu pie de sus veredas; 16 porque sus pies correrán al mal, e irán presurosos a derramar sangre. 17 Porque en vano se tenderá la red ante los ojos de toda ave; 18 mas ellos a su propia sangre espían, y a sus propias almas ponen asechanza. 19 Tales son las sendas de todo el que codicia la ganancia, la cual prenderá la vida de sus poseedores.