23
Pero dos años después, Absalón tenía gente trasquilando sus ovejas en Baal Jasor, cerca del pueblo de Efraín, así que invitó a todos los hijos del rey a una comida.
24
Fue a ver al rey, y le dijo:
«Tengo hombres trasquilando mis ovejas. Ruego a Su Majestad me honre con su compañía. También pueden acompañarlo sus siervos.»
25
Pero el rey le dijo:
«No, hijo mío. Si vamos todos, ¡te haremos gastar demasiado!»
Y el rey no quiso ir, aunque le dio su bendición. Sin embargo, Absalón insistió:
26
«Si no puedes venir, te ruego que dejes ir a mi hermano Amnón.»
Y el rey le preguntó:
«¿Y por qué quieres que vaya?»
27
Y tanto insistió Absalón que el rey dejó ir a Amnón y a todos sus hijos.
28
Pero Absalón ya había instruido a sus sirvientes:
«Manténganse atentos para cuando vean que el vino ya ha puesto muy alegre a Amnón, y a una orden mía ustedes lo matarán. No tengan miedo, que ustedes sólo estarán cumpliendo mis órdenes. ¡Ánimo, y mucho valor!»
29
Y así, los siervos de Absalón, siguiendo sus órdenes, mataron a Amnón. Entonces los otros hijos del rey montaron en sus mulas y huyeron.
30
Todavía estaban ellos en camino cuando llegó a oídos de David que Absalón había matado a todos los hijos del rey, y que ninguno había quedado con vida.
31
Entonces David se levantó de su trono, se rasgó los vestidos y se tendió en el suelo, lo mismo que todos sus siervos.
32
Pero allí estaba su sobrino, Jonadab hijo de Simea, y éste le dijo:
«Que no le mientan, Su Majestad. No han muerto todos sus hijos. Sólo ha muerto Amnón, pues así lo había decidido Absalón desde el día en que Amnón violó a su hermana Tamar.
33
No crea Su Majestad ese rumor de que todos sus hijos han muerto. El único que ha muerto es Amnón.»